|
Frutos del Espíritu Santo: la fe |
La fe como fruto del Espíritu Santo, es cierta facilidad
para aceptar todo lo que hay que creer, firmeza para
afianzarnos en ello, seguridad de la verdad que creemos sin
sentir dudas. Para esto debemos un afecto que incline al
entendimiento a creer, sin vacilar, lo que se propone. No
es suficiente creer, hace falta meditar en el corazón lo
que creemos, sacar conclusiones y responder coherentemente. Pero cuando nuestro corazón
esta dominado por otros intereses y afectos, nuestra voluntad no
responde o está en pugna con la creencia del entendimiento.
Creemos pero no como una realidad viva a la que
debemos responder. Hacemos una dicotomía entre la "vida espiritual" (algo
solo mental) y nuestra "vida real" (lo que domina el
corazón y la voluntad). Ahogamos con nuestros vicios los afectos
piadosos.
Tener fe es aceptar la palabra de otro. El motivo
básico de toda fe es la autoridad (el derecho de
ser creído) de aquel a quien se cree. Puede ser
divina o humana. Hay lugar para ambos tipos de fe
(divina y humana) pero en diferente grado. A Dios le
debemos fe absoluta porque El tiene absoluto conocimiento y es
absolutamente veraz. Dice Juan Pablo II: “La fe es adhesión
a Dios en el claroscuro del misterio; sin embargo es
también búsqueda con el deseo de conocer más y mejor
la verdad revelada”. Por la fe aceptamos, por la autoridad
de Dios que revela, verdades que están mas allá de
la razón humana. La fe inicia nuestra relación personal con
Dios y profundiza nuestra relación con los hombres.
Por ella
quedamos habilitados para confiar nuestro ser a Dios, le ofrecemos
el homenaje de nuestro entendimiento y voluntad y asentimos libremente
a lo que nos revela. Debemos, sí, tener una fe
informada. Para ello es necesario estudiar lo que nuestra fe
enseña y ser testigos incansables de la verdad que Dios
nos ha revelado. Defender la fe con valentía es lo
propio de este fruto. A su vez, callar cuando se
requiere hablar o se la pone en duda, seria un
escándalo. “La fe que no afecta la cultura de la
persona es una fe no plenamente abrazada” dice Juan Pablo
II. Por lo que la fe, para serlo, debe impregnar
toda nuestra realidad
Autor: Padre Hugo Tagle Moreno | Fuente: Catholic.net
|
0 comentarios:
Publicar un comentario