martes, 10 de enero de 2012

Frutos del Espíritu Santo: la fé


No es suficiente creer, hace falta meditar en el corazón lo que creemos, sacar conclusiones y responder coherentemente.
 
Frutos del Espíritu Santo: la fe
Frutos del Espíritu Santo: la fe


La fe como fruto del Espíritu Santo, es cierta facilidad para aceptar todo lo que hay que creer, firmeza para afianzarnos en ello, seguridad de la verdad que creemos sin sentir dudas. Para esto debemos un afecto que incline al entendimiento a creer, sin vacilar, lo que se propone. No es suficiente creer, hace falta meditar en el corazón lo que creemos, sacar conclusiones y responder coherentemente.
Pero cuando nuestro corazón esta dominado por otros intereses y afectos, nuestra voluntad no responde o está en pugna con la creencia del entendimiento. Creemos pero no como una realidad viva a la que debemos responder. Hacemos una dicotomía entre la "vida espiritual" (algo solo mental) y nuestra "vida real" (lo que domina el corazón y la voluntad). Ahogamos con nuestros vicios los afectos piadosos.

Tener fe es aceptar la palabra de otro. El motivo básico de toda fe es la autoridad (el derecho de ser creído) de aquel a quien se cree. Puede ser divina o humana. Hay lugar para ambos tipos de fe (divina y humana) pero en diferente grado. A Dios le debemos fe absoluta porque El tiene absoluto conocimiento y es absolutamente veraz. Dice Juan Pablo II: “La fe es adhesión a Dios en el claroscuro del misterio; sin embargo es también búsqueda con el deseo de conocer más y mejor la verdad revelada”. Por la fe aceptamos, por la autoridad de Dios que revela, verdades que están mas allá de la razón humana. La fe inicia nuestra relación personal con Dios y profundiza nuestra relación con los hombres.

Por ella quedamos habilitados para confiar nuestro ser a Dios, le ofrecemos el homenaje de nuestro entendimiento y voluntad y asentimos libremente a lo que nos revela. Debemos, sí, tener una fe informada. Para ello es necesario estudiar lo que nuestra fe enseña y ser testigos incansables de la verdad que Dios nos ha revelado. Defender la fe con valentía es lo propio de este fruto. A su vez, callar cuando se requiere hablar o se la pone en duda, seria un escándalo. “La fe que no afecta la cultura de la persona es una fe no plenamente abrazada” dice Juan Pablo II. Por lo que la fe, para serlo, debe impregnar toda nuestra realidad
 
Autor: Padre Hugo Tagle Moreno | Fuente: Catholic.net 

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