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El perdón y la Belleza del perdón de Dios |
Cuarta parte: el misterio del perdón
Efectos
del perdón y la belleza del perdón de
Dios.Perdonar es la manifestación más alta del amor y, en
consecuencia es lo que más transforma el corazón humano. Por
eso, cada vez que perdonamos se opera en nosotros una
conversión interior, un verdadero cambio al grado que San
Juan Crisóstomo llega a decir “nada nos asemeja tanto
a Dios como estar dispuestos al perdón”.
Mientras una persona está
dominada por el resentimiento, mira al otro con malos ojos
por los prejuicios que el odio y el rencor le
dictan. Al perdonar, nace un sentimiento nuevo y la mirada
se clarifica, desaparecen los prejuicios, y se puede ver a
los demás como realmente son, descubrir y valorar sus cualidades,
que hasta entonces estaban ocultas.
Si los resentimientos son los principales
enemigos para las relaciones con los demás, el perdón permite
recobrar el tesoro de la amistad o recuperar el amor
que parecía perdido. ¡Qué doloroso resulta perder a un amigo,
por la sencilla razón de que no se cuenta con
la capacidad para perdonar alguna ofensa! Y qué frecuente es
que el amor entre dos personas decaiga porque cada uno
va acumulando, llevando cuentas de las ofensas recibidas, en lugar
de pasarlas por alto y perdonarlas. El perdón mantiene vivo
el amor, lo renueva, y evita la pérdida de la
amistad que es uno de los dones más valiosos en
esta vida.
El perdón produce grandes beneficios, tanto a nivel personal
como en relación con los demás y con Dios.
1. Aceptación serena
de ti mismo: en nuestro interior se opera un estado
de paz interior que por sí misma es liberador; el
organismo ya no está atado, es libre, puede pensar y
actuar como es debido, como todo ser auténticamente libre.
2. Dispone el
corazón a la vivencia de la caridad que tiene sus
expresiones más concretas en Caridad interna
• Bondad de corazón: aceptar
a cualquier persona independientemente de lo que yo sienta por
ella, silenciar sus errores, ponderar sus cualidades y virtudes. Alegrarme
por sus éxitos. • Pensar bien de los demás: contrarrestar la
tendencia natural del dicho popular “piensa mal y acertarás” con
una actitud cristiana, es decir, “cree todo el bien que
se oye, no creer sino el mal que se ve
y aun ese mal, saber disculparlo”. • Donación universal y delicada
Caridad
externa
• Benedicencia: hablar siempre bien de los demás, descubrir
y alabar lo bueno y disculpar lo malo • Evitar la
crítica, la murmuración y la burla. • Servir desinteresadamente • Colaborar generosamente •
Dar sin medida, sin buscar recompensa • Tratar bien a todos:
con aprecio, respeto, bondad y sencillez.
3. La paz interior que se
expresa en
Paz con Dios: saberme y sentirme hijo querido
del Padre, entregarme filialmente a Él.
Paz con los hombres. Quien
se sabe en paz con Dios puede lanzarse a la
ardua tarea de buscar paz con los hombres. Que los
que viven en contacto conmigo sepan que nada tienen que
temer de mí. Que no vean un rival, sino un
amigo; no un obstáculo, sino una ayuda en su camino.
Paz conmigo mismo: aceptarme a mí mismo, mi pasado, admitir
mis debilidades y, una gran paciencia hacia mí mismo, todo
eso hace imposible la paz. Y es difícil estar en
paz con Dios y los demás, si en mí mismo
no hay unidad.
Paz con el mundo entero, con toda
la creación. Paz cristiana que ama la naturaleza, porque es
obra de Dios, y se encuentra a gusto en el
mundo, porque es la casa del Padre Dios. Paz que
todo lo abarca y todo lo lleva hacia su destino
final en el corazón de Dios.
4. La felicidad
La paz del corazón
es la única paz que trae la felicidad, y esa
paz del corazón es un don de Dios.
5. La experiencia del
amor misericordioso de Dios
Cuando perdonamos a quienes nos ofenden,
nos ponemos en condiciones de ser perdonados por Dios. También
el perdón divino es la manifestación más explícita de su
amor por nosotros. Por tanto al perdonar nos abrimos al
amor de Dios, que a su vez es la
fuente de nuestro propio amor hacia él. En la medida
en que nos sabemos y nos sentimos amados por
Dios, nos movemos a amarle, deseando corresponderle, y así es
como concretamos nuestra llamada a la santidad que él hace
a todos los hombres.
Autor: Mayra Novelo de Bardo | Fuente: Mons. Francisco Ugarte Corcuera, “Del Resentimiento al Perdón. Una Puerta para la Felicidad”
Fuente: Catholic.net
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