miércoles, 11 de enero de 2012

La primera parte esencial de la Misa

La Liturgia de la Palabra: Se lleva a cabo en el ambón. Es una de las partes más importantes de la Misa. En la Misa diaria, hay una sola lectura. Los domingos y días de fiestas hay dos lecturas, siendo la primera, generalmente, del Antiguo Testamento, la segunda, es tomada generalmente, de Hechos, Cartas, Nuevo Testamento.

Entre la primera y la segunda, se recita el Salmo Responsorial, parte de canto y parte de meditación. La respuesta al Salmo es para favorecer la meditación. En esta parte, los fieles permanecen sentados con una actitud de atención, para que la Palabra los alimente y fortalezca. Dios habla, hay que escuchar con veneración.

Sigue el Aleluya, canto de alegría, preparación para el Evangelio; hay movimiento en el altar, el sacerdote va al ambón.

La Misa continúa con el Evangelio. Antes de su lectura, el sacerdote junta las manos y con gran recogimiento, dice: “Purifica Señor mi corazón y mis labios para que pueda anunciar dignamente tu Evangelio”. Éste debe ser leído por el ministro, en caso de que sea un diácono quien lo lea, debe pedirle su bendición al sacerdote. Un sacerdote no le pide la bendición a otro, sólo al Obispo. Si se escucha con atención y con las debidas disposiciones: humildad, atención y piedad, se depositará en el interior de cada fiel, una nueva semilla, sin importar cuántas veces se ha escuchado el mismo Evangelio, siempre habrá algo nuevo. Al finalizar el sacerdote dice: “Esta es Palabra de Dios” y besa el Evangelio diciendo: “Por lo leído se purifiquen nuestros pecados”.

La Homilía, momento muy importante para la vida práctica de los fieles; no se puede omitir en domingos y días festivos. En la lectura de la Sagrada Escritura, habla Dios; en la Homilía, habla la Iglesia, depositaria de la Revelación, con la asistencia del Espíritu Santo para que se interprete rectamente la Escritura. Hay que escuchar con una actitud activa lo que la Iglesia quiere decir por medio del sacerdote, no hay que juzgarlo. La Homilía es una catequesis, no debe hablarse de otros temas que no sean referentes a la fe y a la salvación. Si no hay homilía, debe haber un silencio meditativo después del Evangelio. El Obispo predica sentado con báculo y mitra.

El Credo, nuestra profesión de fe. Se profesan doce artículos, manifestando la fe en Dios, Sólo se reza en domingos y días festivos. En Navidad y en el día de la Encarnación, se arrodilla cuando se dice: “... Se encarnó de María, la Virgen”.

La Oración de los fieles: Todas estas oraciones son de petición. Los fieles ofrecen sus peticiones al Señor. Pueden ser hechas por los fieles. Su finalidad es pedir a Dios por las necesidades de la Iglesia:


  • Una debe ser por toda la Iglesia Universal.
  • Otra por la jerarquía, el Papa y los Obispos.
  • Por los gobernantes.


  • Por los pobres y necesitados.


  • Por la Iglesia particular o local.


  • Pueden haber más, pero no demasiadas. La introducción y la conclusión debe hacerla el sacerdote.


  • La preparación de las Ofrendas: Se llevan las ofrendas al altar, lo más conveniente es que los fieles las lleven. Estas son el vino y el pan. Se recoge la limosna, la cual es también una ofrenda. El sacerdote prepara el altar, extiende el corporal, si tiene copón lo destapa. El sacerdote recibe las ofrendas del pueblo. Con las ofrendas, la asamblea no sólo ofrece lo material, sino que simboliza la entrega del cristiano, su total disponibilidad a lo que Dios le tiene señalado. Se entregan los dones que Dios ha dado a cada quien, todo se pone a su disposición.

    Ofrecimiento del pan y del vino: El pan y el vino se ofrecen por separado. El vino es preparado por el sacerdote que le añade unas gotas de agua diciendo: “Que así como el agua se mezcla con el vino, participemos de la divinidad de Aquél, que quizó compartir nuestra humanidad”. Existe un simbolismo entre el pan y el trabajo, además de que, en el pan hay muchos granos de trigo. Y como dice San Pablo: “Porque el pan es uno, somos muchos un sólo cuerpo, pues todos participamos de ese único pan” (1 Cor 10, 17). El vino se obtiene de la vid, machacando y pisando, símbolo de dolor, de sufrimiento y se ofrece para convertirlo en la Sangre de Cristo por un deseo de expiación. Con el pan y el vino se ofrece el trabajo, el descanso, las alegrías, las contrariedades; pero sobre todo, el deseo de que Dios acepte a cada quien con sus miserias, y los transforme con su Gracia hasta asemejarlos a su Hijo.

    El lavatorio de manos: Con este gesto el sacerdote, una vez más, expresa su deseo de purificación y limpieza interior. Esta acción indica que se debe estar puro de todo pecado, lava las manos para purificarlas. El sacerdote dice: “Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado”.

    Oración sobre las ofrendas: El sacerdote abre los brazos y dice: ”Orad hermanos...”, recordando a los fieles que también ellos ofrecen junto con él, el sacrificio, que no deben ni pueden quedar al margen. Se lee la oración de las ofrendas que expresan a Dios, de modo oficial, los sentimientos y deseos de los fieles, de la Iglesia en relación a las ofrendas, suplicando que las reciba y después de santificarlas, conceda los bienes espirituales que emanan del sacrificio.

    Fuente: Catholic.net

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