¿Dar limosma o diezmo? |
No confundamos los deberes de caridad con los deberes de justicia.
Sería una equivocación querer suplir con obras de caridad los deberes de justicia.
Pero siempre habrá lugar para la caridad, porque siempre habrá desgracias en este mundo.
Y desde luego, mejor que dar pan hoy, es dar la posibilidad de que no tengan que pedirlo mañana: puestos de trabajo, escuelas, etc.
Siempre será verdad aquello de que:«la limosna beneficia más al que la da que al que la recibe».
A la caridad están obligados todos los hombres. Los que tienen mucho, mucho. Los que tienen poco, poco. Cada cual, según sus posibilidades, debe cooperar a remediar las necesidades de los que tienen menos.
Dice el Concilio Vaticano II que la limosna debe darse no sólo de los bienes superfluos, sino también de los necesarios.
Dice el Nuevo Código de Derecho Canónico: «Todos tienen el deber de promover la justicia social, así como ayudar a los pobres con sus propios bienes».
Quizás la limosna callejera se preste a abusos y engaños; aunque muchas veces se presentan necesidades reales que no deberíamos desoír. Pero hoy día hay una caridad organizada que permite encauzar las limosnas hacia necesidades reales y urgentes.
«Para que este ejercicio de la caridad sea verdaderamente extraordinario y aparezca como tal, es necesario que se vea en el prójimo la imagen de Dios según la cual ha sido creado, y a Cristo Jesús a quien en realidad se ofrece lo que se da al necesitado; se considere con la máxima delicadeza la libertad y dignidad de la persona que recibe el auxilio; que no se manche la pureza de intención con ningún interés de la propia utilidad o por el deseo de dominar; se satisfaga ante todo a las exigencias de la justicia, y no se brinde como ofrenda de caridad lo que ya se debe por título de justicia; se quiten las causas de los males, no sólo los efectos; y se ordene el auxilio de forma que quienes lo reciben se vayan liberando poco a poco de la dependencia externa y se vayan bastando por sí mismos».
Para que la limosna sea auténticamente cristiana, debe tener ciertas cualidades.
En primer lugar debe ser justa,es decir, hecha de los bienes que uno tiene y de los que legítimamente puede disponer. Nunca tendrá valor la limosna hecha con bienes de otros, como suele a veces suceder.
»La limosna tiene que ser prudente, es decir, que se debe distribuir entre verdaderos necesitados, y se debe dar a aquellos pobres a los que realmente no les va a hacer más daño que bien.
»La limosna tiene que ser pronta, es decir, se debe dar a tiempo, y no "vuelve mañana".
»La limosna debe darse con alegría, porque Dios quiere al que da alegremente.
»La limosna debe ser secreta, no proclamada a los cuatro vientos, buscando la alabanza de los que la ven hacer.
»La limosna debe ser desinteresada, es decir, al hacer la limosna no buscar satisfacción humana, sino solamente el cumplimiento del precepto del amor al prójimo.
»Por eso, como última cualidad, aunque debe ser la fundamental, señalemos que la limosna debe hacerse por amor al prójimo, y no por otros motivos más o menos humanamente legítimos, pero cristianamente no correctos».
Afortunadamente el deber de dar limosna va entrando poco a poco en la conciencia de los católicos. Aunque algunos todavía no acaban de comprender que ellos son meros administradores de los bienes que Dios ha puesto en sus manos. Y que Dios, que es el Dueño de todo, desea que esos bienes ayuden también a otros, después de haber remediado sus propias necesidades.
No es justo que la primera parcela que recibe el agua para regar la absorba toda y se encharque, impidiendo que el agua fluya a otras parcelas que también la necesitan.
Dar cifras concretas sobre la cantidad de limosna, resulta siempre algo arriesgado; pero peor es no darlas. Algo se puede orientar.
Fuente: Catholic.net
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